
Rosa Regás Azul
Ediciones Destino Áncora y Delfín
Un escritor es capaz de llevarnos a un espacio trascendental, donde el lector entra en la mente del autor de la historia que lee. En esta manera alcanza la capacidad de revivir momentos pasados que, implantados en las vivencias de lectura de cada uno que lee la historia, posiblemente podrían caer en el olvido. Rosa Regás escribe Azul en 1994, no para mi ni para usted, sino para un buen amigo, al que quería agradecer, ofreciéndole un regalo sin precio, y que sería apreciado no sólo por ella o por ese amigo, sino por todos aquellos que han tenido Azul en sus manos y han decidido embarcarse en esta historia.
La historia ocurre en un ambiente de calor exuberante, como el calor que expresa el bochorno en la relación entre Martín y Andrea. Martín, un joven cineasta, proveniente del interior de España, se fascina con la ciudad y la multitud, pero es reservado y eso le provoca límites. Andrea aparece como su gran pasión, ya que le abre las puertas para el suceso con su madurez y deslumbramiento. Sin embargo, esta mujer cambia, y cambia también a Martín.
Cuando los dos personajes se embarcan en un crucero con amigos, la pasión que existe entre ellos llega a un punto sofocante y dañador. Durante este viaje Martín se da cuenta de la vida que está llevando y quiere poner un punto final a esto y recomenzar su vida. Con esta separación el clima del libro es devastado por una tempestad.
La autora describe las experiencias turbulentas que un joven puede vivir al tener el primer encuentro con la pasión. Azul refleja la evolución de dos personalidades, que tienen como único hilo de ligazón sus sentimientos amorosos y como problema fundamental, la falta de comunicación. Esto tiene como resultado que Martín y Andrea crezcan separados, lleguen a ser dos personas que no se conocen y que no tengan conocimiento de sus ideas y sentimientos, porque no hablan abiertamente el uno con el otro. A causa de esto, el amor entre los dos personajes sufre un daño irreparable.
El lector lee las confesiones que Martín hace sobre el desarrollo de la relación y conoce el modo de pensar de este joven, perdido entre la realidad del amor y la realidad de la vida. Los restantes personajes adoptan una función importante en este desarrollo ya que el marido de Andrea, Carlos, aparece inesperadamente en la vida de Martín con dos niños suyos, y Leonard tiene un papel fundamental para el fin de la historia.
En cuanto al ambiente de la historia, a mi parecer, lo más fascinante de Regás es la voluntad de traer al lector un episodio bastante monótono, en que se relata un viaje con una escala en una isla misteriosa, que contiene como actividades principales comer y beber. Los personajes son lentos y toda la narración es lenta, lo que tiene como resultado un lector impaciente que tiene el corazón palpitando por algo que despierta la emoción y que espera encontrar en esta parada. Regás consigue describir el ambiente de frustración y sofocación de la pareja, de una manera increíblemente cautivadora, de modo que nosotros como lectores nos embarcamos en el mismo barco que Martín. Sin embargo, la autora nos da la oportunidad de ver la otra cara de la moneda y en algunos pasajes, aunque pocos, nos hace vivenciar la persona de Andrea. El ambiente contribuye para la indecisión de Martín que está al punto de cambiar su vida pero que deja zarpar cada oportunidad que aparece.
Enfocándonos en la lentitud de la narración, vemos que la escritora lo hace para expresar el carácter de los personajes, especialmente, el de los protagonistas que rehúsan a entenderse y que luchan para que su relación se dañe a causa de algo imbécil, como la falta de comunicación.
En relación a su estilo, la autora hace un uso excesivo del adjetivo. Por un lado, parece imprescindible para relatar la monotonía del ambiente, tanto del mar como de la isla, haciendo parecer que lo único que vive en ella es el mundo alrededor de los personajes. Estos son plantados como seres que, sin el entendimiento no tienen razones para vivir. Por otro lado, el adjetivo está predominantemente presente en la narración con una función empírica, o sea, en que el lector es incitado a usar sus cinco sentidos para dar forma al ambiente de la historia, tanto física como psicológicamente.
Regás hace reflexionar al lector sobre sus propios lazos de comunicación, fortaleciéndolos, de manera que pasa a estar consciente de la importancia que éstos tienen para que una relación funcione, sea estable y fértil. Una visión bastante romántica de Azul, pero no menos irrelevante que el tema de la pasión que funciona como una daño irreparable en la vida de las personas incapaces de vivir con ella.
Wies van der Sluis